miércoles, 3 de febrero de 2016

Día #1: Héroe.

Quisiera sobreponerme a la envidia que siento por quienes desprecio. El asco que denota su mirada al posarse sobre mí es mutuo.

Su vida, un banquete. Vomitan su saciedad en la cara del hambre; se jactan de su ignorancia y vociferan llamando a sus sirvientes: ¡Ignorantes!

Bañados en la sangre de los oprimidos. Venden sus palabras sin sustancia a quienes los idolatran como dioses de la decadencia, venden el humo de la pira funeraria donde alzan su trono.

"Somos los reyes, somos los héroes. Te vendemos la tibia regurgitación de nuestro hastío. Si quieres sentarte a mi mesa primero debes luchar por migajas. Cuando destruyas todo a tu paso, cuando bebas la sangre de vírgenes del cáliz entre sus piernas, cuando aplastes con tu paso firme el cráneo seco de sus padres campesinos, cuando los sobrevivientes vengan a pedirte clemencia y los conviertas en sirvientes de tu voracidad. Ahí seremos hermanos. Te amaré. Te odiaré. Desearé destruirte para adjudicarme tus victorias pero seré clemente y sólo te pediré favores. Y temeré que derrames mi sangre y te la entregaré para que continúe mi obra".

Así habla el héroe de sus gestas, así ensalza la masacre y la bautiza: ¡Victoria! Así le pone precio a tu paz, tu esperanza y tu prosperidad y la subordina a su éxito. Así te conviertes en el siervo que paga impuestos para que no le quemen el rancho. Para que alguna vez puedas ser héroe también, aunque sea por un día.

El héroe se sienta a la derecha del poder, el héroe es el cuestionable narrador de florituras en su diario discurrir de bully. Es narciso besando su reflejo y hundiéndose en sí mismo. Es el símbolo del poder del mbarete que se limpia la sangre de niños en la bandera de su patria para llamarse a sí mismo a una gloria que no es suya ni no existe. Es un elemento narrativo, un fantasma, una sombra.

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