viernes, 21 de noviembre de 2008

As-20-11-08

He desperdiciado cien mil lágrimas por la muerte de mi niña
mientras mi espíritu se desperdigaba por las 30 esquinas de éste y del universo paralelo
despeñar hacia la deseperación silente de los vicios
precipitarme a la huida frente a sus ojos fijos
no parpadean
ya no desesperan

He absorvido la vida
y la niña no mira
no siente su sangre correr en mis venas

He humanizado la nada embotellándola en mi carne
soy el germen a manos llenas de abyecciones por venir
a los siete murió sola y olvidada
solo el dolor del parto...y el deceso diario

Y la estridencia de la culpa ensordece
ruego que el tiempo se apiade de mí
que la sal de mis heridas lave aquellas partes impuras

Tenía, entonces, catorce
cuando decidí sacarme la vida
cuando destape el frasco y deje a la nada en libertad
libertad de apoderarse de mí

No me permití la indulgencia de continuar respirando un aire que no es mío...
y mi mente es el eco de mis días
desde aquel instante contemplo mi acabamiento como una cinta atascada
dentro de misteriosos mecanismos sin sustancia


Hans Bellmer

jueves, 20 de noviembre de 2008

Hans Bellmer




Grabados hechos por uno de los artistas con más fijación sexual... Trasgresor a su manera. Fisurado como muchos. Este es un homenaje, aunque el mejor homenaje seria ir a coger.

martes, 18 de noviembre de 2008

Capitulo dos


El blanco. Siempre asocie la idea de blanco con el frío. No era la nieve precisamente lo que venía a mi mente, era el frío de las baldosas, el carácter frío de cualquier médico, la soledad de las nubes, el temor al papel en blanco, las pequeñas líneas blancas que nos vuelven los unos contra los otros, el blanco de los ojos vueltos hacia atrás.

***

A veces extraño mi vida en el hospital: largas conversaciones con Mefistófeles, cócteles de primera, cómodos camisones de día y de noche, largos pasillos que me acercaban a oscuros rincones de mi alma.

Y pensar que durante aquel tiempo odié ese lugar, creí que jamás saldría con vida, la idea de mi propia mortalidad hervía en mi linfa, mis manos eran las manos de la parca cortando los hilos rojizos de mi vida. A veces creo que sigo dentro, siempre dentro.

Pero lo que en realidad me causa nostalgia es el flujo continuo de mi existencia rutinaria, la certeza era envidiable. Allí dentro tenía la seguridad de ser alimentada, vestida, medicada y bañada en ciclos regulares por personas que trabajaban por mi supervivencia, todas aquellas cosas que una da por sentado, como continuar respirando, cosas que yo llegué a considerar innecesarias. Tenía la certeza de que al quemar bulbo por cualquier motivo las drogas vendrían casi inmediatamente a mi auxilio; que los demás pacientes no deseaban recuperarse, sino sólo más drogas (¡hurra por la psicología conductista!). Fue allí donde me enamore de las pastillas.

Doctores. La posta era mantener mi cuerpo en movimiento, funcional; poco importa descubrir que la muerte de mi espíritu era causante del paulatino deterioro de mis funciones orgánicas, tampoco era importante descubrir la causa de esto.

Un día, en mi constante búsqueda por matar al tiempo se me ocurrió empezar a escribir, pero, claro, como era suicida, mi acceso a ciertos objetos era restringido (los lápices eran demasiado peligrosos), mi papel y tinta eran mi voluntad de recordar. Me divertía recitar a mi psiquiatra poemas de un libro etéreo que redacte durante mi reclusión, ella no gustaba mucho de eso, pero elogiaba mi capacidad nemónica, lastimosamente a fuerza de antidepresivos fui perdiendo esa facultad extraordinaria.

En casa nadie sabe de mi estadía en el psiquiátrico. Mi madre supo cubrir el rastro de mi escandaloso estado mental con una mentira blanca sobre una temporada en casa de unos parientes lejanos que necesitaban mi ayuda con un tío enfermo en capital o algo así…
La mentira blanca de mi madre me sonaba hiriente, desafección, frío, quedar bien con todos menos conmigo. Nuestra relación se enfrío bastante a mi regreso, llegue a pensar que su afán de mantenerme presentable y con vida era su manera de lidiar con su maternidad fallida. La hija no le salió como había planeado, estaba loca.

***
Los moretones siempre tardan en desaparecer por completo, las llagas subyacentes, invisibles…aunque se tornen inaccesibles a mi conciencia permanecen como un miembro fantasma, como la amputación de mi inocencia.

***
Una lengua se contorsionaba en mi boca, como una bestia nadando a contra corriente en un río turbulento, una mano escurriéndose bajo mi ropa, creo que era un vestido ligero y largo cual camisón.

Dedos como culebras reptaban hacia mi interior cavernoso, buscando con ansias perderse dentro, el blanco aséptico del cuarto de baño me cegaba, las formas parecían venir desde lejos, dos cuerpos convulsionando uno sobre otro, el mío contorsionado atávicamente al tacto del cuerpo extraño.

Risas y música sonaban como en otro contexto, logre reconocer mi culo frío sobre las baldosas, el vestido yacía como flor marchita a un lado, sentí la goma de mi ropa interior molestándome cerca de las rodillas.

La bestia ya estaba sobre mí, sentada, mascando mis pechos como parte de su cena, algo me golpeaba el vientre por dentro, algo que penetraba en mí como en su casa. Por algún motivo había rendido mi voluntad y perdí el don de la palabra, lo único que se agitaba en mi garganta era mi respiración desordenada.

Estaba poseída…ni siquiera pude elaborar la pregunta en mi mente durante ese lapso pero ardía en mí la necesidad de ubicarme, en el tiempo y el espacio, aquel cuarto de baño, en mi opinión, había sido arrancado a la tierra y lanzado al espacio, lejos de todo, incluso de mi misma.

***
Gaspar era un chico alto, utilizaba uniforme blanco el cual resaltaba su aire tibio, sus ojos pardo-verdosos, suave pelo castaño, el tipo de persona que se llevaba bien con todos, esa capacidad me resultaba peligrosa y despreciable.

¿Cómo saber cual es el verdadero si utilizaba un matiz distinto para cada ser?

Solía venir de noche, un par de veces a la semana, hablábamos por horas como viejos amigos, me sentía su confidente y deseaba revelarle mis secretos pero me contuve.

Decía que las pastillas no eran eficaces para los dolores del alma, por sus efectos secundarios y me recomendó dejar de tomar mis dosis, creía que la marihuana era mejor y le parecía injusta la imagen que tenía en varias partes del mundo, me hablo de Ámsterdam

***
Corría, imagen recurrente en mis pesadillas, usualmente huía de temores intangibles, cosas de las que una no escapa, cosas de muy dentro. Ahora era distinto, existía una amenaza tangible.

Las calles de mi pueblo eran semejantes a santuarios del silencio al mediodía. El canto de cigarras, una brisa árida y suave, mi corazón bombeando con fuerza. Conocía un atajo a casa, entre plantaciones infinitas de soja, decidí usarlo para distraer a mis persecutores.

Chicos de colegio, tres, los más considerados por la comunidad, chicos con un “futuro brillante”, yo sólo pensaba: ¡Que ironía!

Sentí una furia amarga, un temor visceral, la impotencia. Esos chicos se pasaban molestándome en el colegio y nada que dijera en su contra sería un argumento serio viniendo de mí, las autoridades del colegio entendían todo al revés.

***
Camino por oscuras madrugadas, un hombre a mi lado me tiene del brazo, estoy un tanto ebria y cansada, ya sólo quiero ir a casa, el viento fresco me eriza los poros. La noche es una aventura que a veces aturde, luces de faroles, clubes estruendosos, contrastes fuertes. De pronto, me empuja contra la pared y me besa de sus gestos trato de sacar cosas que no siempre son reales, intenciones y deseos, sentimientos ficticios, la imagen falsa de un idilio.

Sonrió y desvió la mirada, continuamos la marcha. Mis tacones retumban en la soledad de las calles, me duelen los pies pero no me preocupa demasiado, esa mañana me levante masoquista. Él se detiene en una estación de servicio por cigarrillos, yo aprovecho para usar el baño, luego prosigo despacio esperando su retorno.

En eso, me cruzo con un anciano borracho quien me ofende con una sarta de guasadas subidas de tono, me encolerizo (evidentemente), le respondo de mal talante mil y una barbaridades. Entonces, él regresa.
― Disculpe, amigo.― dice el borracho con arrepentimiento sobreactuado.
― En verdad no quería ofenderlo ― continúo ― Es sólo que tiene una hermosa acompañante.

Ahí esta la furia, como amarga bilis erupcionando desde el estomago, le grito que yo soy la ofendida, que a mi es a quien debe una disculpa. En ese momento yo no existo para ninguno de los dos, ambos ven en mí el reflejo de sus carencias pero no les es posible hallar al ser humano debajo de la carne, ese complejo ser que se oculta en mis huesos, en las arrugas de mi encéfalo, soy objeto de placer mas me ha sido negado el placer, el placer de ser simplemente yo y no el apéndice bonito de un hombre, la novia de fulano, la hija de mengano, la amiga de zutano, pero nunca, nunca la mujer, sólo la mujer.

***
Siguen tras de mí, mis pies cansados golpean el piso, la mochila pesada en la espalda, las plantaciones desaceleran la persecución. Pienso que mi atajo podría volverse en mi contra en cualquier momento, la angustia me toma de la mano, tropiezo…
Imagino que quizás no puedan hallarme sumergida entre arbustos mientras el dolor trepa desde mi tobillo, me intento levantar pero ya los siento sobre mí, más que encontrarme, parecieron chocar conmigo.
Me sostienen, me lastiman…Sentía ser la espectadora de una de mis pesadillas, alguna vez creí que el infierno sería pensar sobre todo, todo el tiempo, saturada, algo como lucidez extrema, ahora entiendo la raíz de la locura.
Tenía la costumbre de diseccionar todo lo que se presentara a mis sentidos, cortando en pedazos cada vez más pequeños, la realidad estirándose como si no existiera nada más que el seccionar partes de un entero para, al menos, lograr comprender burdamente una de las secciones.
Mis ojos vacíos y húmedos veían los golpes venir cual viento, manos hurgando como en barro a un cuerpo inhumano. Lleno de agujeros, mi voluntad no obtenía resultados favorables.
Sabor a violencia…
―¡Detende!
La imagen de un interruptor apagado, persistía…
Probablemente, sea por eso la constante asociación entre sexo y violencia, y lo mecánico: inserte el aparato A en orificio B para luego proceder con movimientos regulares arriba-abajo…