viernes, 5 de abril de 2019

Día 15: Canción.

Luctuosa tonada trema en sus labios tibios, la canción del olvido, de almas que escupen sus entrañas en una caja y las esconden bajo la tierra para no volver.
El canto de cisne de todo cuanto existe, canción que se entona a diario y cuya última nota coincide con el último paisaje y el estertor.
En cada estrofa hay un posible final, en el fondo de la mente hay un paisaje musical donde cada deseo, cada pensamiento y cada decisión determina si se aproxima o no al clímax.
A medida que transcurre el tiempo se improvisan melodías. Algunas canciones son cortas pero épicas, otras largas y monótonas, casi ni se distinguen notas de silencios.
En la cabeza existe una dimensión a parte y su geografía es extensa. La canción se abre paso en la negra y fértil tierra de Tánatos, florece en una de las más profundas islas de Psyche y sin aquella floración musical no sería posible la transformación. La canción florece en la sombra.
La humanidad teme la Muerte porque teme transformarse. Así es como se estancan y se pudren como agua al calor del recuerdo y sucumben al peso de la memoria. Eso es lo que agota la melodía.
Aferrarse al pasado es de fantasmas. Algunos se aferran con tanta fuerza que la rutina los devora y creen que eso es lo que son, emperrados en resolver cuestiones que ya no les atañen. Pierden perspectiva y se convierten en ecos. Simples resonancias de un momento en el tiempo que pierde sentido a fuerza de repetirse.
¿No recuerdas cuando te hartaste de beber canciones ajenas para componer la propia? ¿Ni recuerdas cuando no podías distinguirte de aquellas canciones y el peso del tiempo te empujó un poco más allá del olvido? ¿No recuerdas cuando te disfrazaste de carne y hueso?
Ese peso agobiante se convirtió en tu canto. Te transformaste. Otra vez ajada por los días, rota por el hambre, el frío, una entidad separada de la totalidad por una fina capa de conciencia humana. Soñando con disolverte en esa totalidad que te apresó en un cuerpo. Tu canto apesta a arrepentimiento. Tan alto precio para despreciar la visión que te obsequiaron.
La tierra que pisas apesta a cadáver secándose al sol, a tantas vidas bebidas antes de tiempo para buscar una revelación y a penas se te concedió el deseo retrocediste horrorizada.
¿Acaso no te advertí una y otra vez sobre como no hay que jugar con máquinas metafísicas como el Escatón pues podría, en el mejor de los casos, pedirte la cordura a cambio?
Hay poderes que al invocarlos requieren de nosotros más de lo que somos capaces de conjurar. Ahora estas condenada a aniquilar aquello que amas. Aquello que odias. Aquello que te nutre y lo que se nutre de ti. Ahora tienes el poder de detener la música y ese gran poder viene con gran responsabilidad.
¿Estás realmente dispuesta a pagar el precio?

Día 14: Leche.

Tenía una lista, por primera vez en largo tiempo tenía una misión, un objetivo. Un rumbo era lo que más necesitaba, resulta agradable no sentirse tan perdida. Aunque planificar es mucho más sencillo que llevar a cabo los planes.
Sentía un vasto desprecio por Susana, cuestión por la cual ocupa el primer lugar en su lista de indeseables. Una chica bonita con un buen promedio académico, familia acomodada, ella era la envidia y adoración de compañeros, maestros, vecinos y cualquiera que la conociera. Se involucraba en toda actividad extracurricular o de beneficiencia que pudiera agregar valor moral a su curriculum pero su objetivo principal era la atención y la adulación que alimenta su ego mientras en su interior se revolvía la repugnancia por aquellos que considera menos afortunados.
Su vida y su futuro gritan privilegio, además, era bastante inteligente y no dejaba de jactarse de ese hecho. Para su madre, sin embargo, aquel era un simple detalle, una joyita más para la corona de madre y esposa que su familia ansiaba por colocar en su cabeza.
Ahora podía saborear la frustración como si le fuera propia, el sabor del fracaso amargo como el ajenjo, una incómoda insignificancia, la derrota del ego, a pesar del abanico de posibilidades su destino sería el de comerciar su cuerpo para ser una esposa trofeo en algun matrimonio por conveniencia.
Bebía su sombra y por ella fluían los recuerdos más terribles de Susana, ahora pasaron a formar parte de su memoria.
Aprovechó la oscuridad para meterse en su cuarto y sentarse al lado de ella en la cama donde compartía el sueño post coito con un noviecillo que roncaba del otro lado de la cama.
El llanto desesperado de Susana al sentir el abandono en su cuna, el llanto de una Susana abandonada en el parque, abandonada en la escuela donde nuevamente olvidaron buscarla. Un abismo inmenso de soledad abriéndose en su pecho al empotrarse al noviecillo de turno como si fuera maldición y descargo.
Odio intenso corroyendo la médula de Susana al cruzarse con ella en el colegio, finalmente, comprendió porque se convirtió en su enemiga, Susana sabía que ambas eran hijas del mismo padre. Por un segundo la duda se apoderó de ella, pues nunca conoció a su padre y su madre no era fanática del tema. ¿Sería posible?
No sólo debía extinguir a quien sabía era enemiga, la chica ideal e hija dilecta del pueblo, debía matar a su propia sangre, a la hermana que nunca conoció, la chica que cuando se cruzaba con ella la arrastraba hasta el baño para hundirle la cara en el inodoro.
Los recuerdos que bebía en su sombra eran cada vez más recientes, podía sentir dolor y asco al ver los mismos demonios que la atormentan, casi se sentía culpable por beberse una sombra que resonaba con la propia.
Ese quererse arrancar la piel que besó el demonio, leche escurriendo por la comisura de sus labios, de los labios de Susana. Podía sentir las manos del sacerdote sosteniendo con fuerza la cabellera y forzándola a tragar, él con la bestial satisfacción de un vencedor, ella con lágrimas corriendo por sus mejillas y un grito ahogado.
Un último suspiro escapó del cuerpo inquieto de la durmiente, su cuerpo se tensó por un instante y sus ojos se abrieron suave al tiempo que su mirada se oscureció como la luna nueva. Ya no volvería a levantarse de la cama.
Como sombra se escurrió por la oscuridad. Lejos, tratando de contener una arcada. Sintiendo su mente sucia y contaminada por otra mente.