He desperdiciado cien mil lágrimas por la muerte de mi niña
mientras mi espíritu se desperdigaba por las 30 esquinas de éste y del universo paralelo
despeñar hacia la deseperación silente de los vicios
precipitarme a la huida frente a sus ojos fijos
no parpadean
ya no desesperan
He absorvido la vida
y la niña no mira
no siente su sangre correr en mis venas
He humanizado la nada embotellándola en mi carne
soy el germen a manos llenas de abyecciones por venir
a los siete murió sola y olvidada
solo el dolor del parto...y el deceso diario
Y la estridencia de la culpa ensordece
ruego que el tiempo se apiade de mí
que la sal de mis heridas lave aquellas partes impuras
Tenía, entonces, catorce
cuando decidí sacarme la vida
cuando destape el frasco y deje a la nada en libertad
libertad de apoderarse de mí
No me permití la indulgencia de continuar respirando un aire que no es mío...
y mi mente es el eco de mis días
desde aquel instante contemplo mi acabamiento como una cinta atascada
dentro de misteriosos mecanismos sin sustancia
Hans Bellmer
viernes, 21 de noviembre de 2008
jueves, 20 de noviembre de 2008
martes, 18 de noviembre de 2008
Capitulo dos
El blanco. Siempre asocie la idea de blanco con el frío. No era la nieve precisamente lo que venía a mi mente, era el frío de las baldosas, el carácter frío de cualquier médico, la soledad de las nubes, el temor al papel en blanco, las pequeñas líneas blancas que nos vuelven los unos contra los otros, el blanco de los ojos vueltos hacia atrás.
***
A veces extraño mi vida en el hospital: largas conversaciones con Mefistófeles, cócteles de primera, cómodos camisones de día y de noche, largos pasillos que me acercaban a oscuros rincones de mi alma.
Y pensar que durante aquel tiempo odié ese lugar, creí que jamás saldría con vida, la idea de mi propia mortalidad hervía en mi linfa, mis manos eran las manos de la parca cortando los hilos rojizos de mi vida. A veces creo que sigo dentro, siempre dentro.
Pero lo que en realidad me causa nostalgia es el flujo continuo de mi existencia rutinaria, la certeza era envidiable. Allí dentro tenía la seguridad de ser alimentada, vestida, medicada y bañada en ciclos regulares por personas que trabajaban por mi supervivencia, todas aquellas cosas que una da por sentado, como continuar respirando, cosas que yo llegué a considerar innecesarias. Tenía la certeza de que al quemar bulbo por cualquier motivo las drogas vendrían casi inmediatamente a mi auxilio; que los demás pacientes no deseaban recuperarse, sino sólo más drogas (¡hurra por la psicología conductista!). Fue allí donde me enamore de las pastillas.
Doctores. La posta era mantener mi cuerpo en movimiento, funcional; poco importa descubrir que la muerte de mi espíritu era causante del paulatino deterioro de mis funciones orgánicas, tampoco era importante descubrir la causa de esto.
Un día, en mi constante búsqueda por matar al tiempo se me ocurrió empezar a escribir, pero, claro, como era suicida, mi acceso a ciertos objetos era restringido (los lápices eran demasiado peligrosos), mi papel y tinta eran mi voluntad de recordar. Me divertía recitar a mi psiquiatra poemas de un libro etéreo que redacte durante mi reclusión, ella no gustaba mucho de eso, pero elogiaba mi capacidad nemónica, lastimosamente a fuerza de antidepresivos fui perdiendo esa facultad extraordinaria.
En casa nadie sabe de mi estadía en el psiquiátrico. Mi madre supo cubrir el rastro de mi escandaloso estado mental con una mentira blanca sobre una temporada en casa de unos parientes lejanos que necesitaban mi ayuda con un tío enfermo en capital o algo así…
La mentira blanca de mi madre me sonaba hiriente, desafección, frío, quedar bien con todos menos conmigo. Nuestra relación se enfrío bastante a mi regreso, llegue a pensar que su afán de mantenerme presentable y con vida era su manera de lidiar con su maternidad fallida. La hija no le salió como había planeado, estaba loca.
***
Los moretones siempre tardan en desaparecer por completo, las llagas subyacentes, invisibles…aunque se tornen inaccesibles a mi conciencia permanecen como un miembro fantasma, como la amputación de mi inocencia.
***
Una lengua se contorsionaba en mi boca, como una bestia nadando a contra corriente en un río turbulento, una mano escurriéndose bajo mi ropa, creo que era un vestido ligero y largo cual camisón.
Dedos como culebras reptaban hacia mi interior cavernoso, buscando con ansias perderse dentro, el blanco aséptico del cuarto de baño me cegaba, las formas parecían venir desde lejos, dos cuerpos convulsionando uno sobre otro, el mío contorsionado atávicamente al tacto del cuerpo extraño.
Risas y música sonaban como en otro contexto, logre reconocer mi culo frío sobre las baldosas, el vestido yacía como flor marchita a un lado, sentí la goma de mi ropa interior molestándome cerca de las rodillas.
La bestia ya estaba sobre mí, sentada, mascando mis pechos como parte de su cena, algo me golpeaba el vientre por dentro, algo que penetraba en mí como en su casa. Por algún motivo había rendido mi voluntad y perdí el don de la palabra, lo único que se agitaba en mi garganta era mi respiración desordenada.
Estaba poseída…ni siquiera pude elaborar la pregunta en mi mente durante ese lapso pero ardía en mí la necesidad de ubicarme, en el tiempo y el espacio, aquel cuarto de baño, en mi opinión, había sido arrancado a la tierra y lanzado al espacio, lejos de todo, incluso de mi misma.
***
Gaspar era un chico alto, utilizaba uniforme blanco el cual resaltaba su aire tibio, sus ojos pardo-verdosos, suave pelo castaño, el tipo de persona que se llevaba bien con todos, esa capacidad me resultaba peligrosa y despreciable.
¿Cómo saber cual es el verdadero si utilizaba un matiz distinto para cada ser?
Solía venir de noche, un par de veces a la semana, hablábamos por horas como viejos amigos, me sentía su confidente y deseaba revelarle mis secretos pero me contuve.
Decía que las pastillas no eran eficaces para los dolores del alma, por sus efectos secundarios y me recomendó dejar de tomar mis dosis, creía que la marihuana era mejor y le parecía injusta la imagen que tenía en varias partes del mundo, me hablo de Ámsterdam…
***
Corría, imagen recurrente en mis pesadillas, usualmente huía de temores intangibles, cosas de las que una no escapa, cosas de muy dentro. Ahora era distinto, existía una amenaza tangible.
Las calles de mi pueblo eran semejantes a santuarios del silencio al mediodía. El canto de cigarras, una brisa árida y suave, mi corazón bombeando con fuerza. Conocía un atajo a casa, entre plantaciones infinitas de soja, decidí usarlo para distraer a mis persecutores.
Chicos de colegio, tres, los más considerados por la comunidad, chicos con un “futuro brillante”, yo sólo pensaba: ¡Que ironía!
Sentí una furia amarga, un temor visceral, la impotencia. Esos chicos se pasaban molestándome en el colegio y nada que dijera en su contra sería un argumento serio viniendo de mí, las autoridades del colegio entendían todo al revés.
***
Camino por oscuras madrugadas, un hombre a mi lado me tiene del brazo, estoy un tanto ebria y cansada, ya sólo quiero ir a casa, el viento fresco me eriza los poros. La noche es una aventura que a veces aturde, luces de faroles, clubes estruendosos, contrastes fuertes. De pronto, me empuja contra la pared y me besa de sus gestos trato de sacar cosas que no siempre son reales, intenciones y deseos, sentimientos ficticios, la imagen falsa de un idilio.
Sonrió y desvió la mirada, continuamos la marcha. Mis tacones retumban en la soledad de las calles, me duelen los pies pero no me preocupa demasiado, esa mañana me levante masoquista. Él se detiene en una estación de servicio por cigarrillos, yo aprovecho para usar el baño, luego prosigo despacio esperando su retorno.
En eso, me cruzo con un anciano borracho quien me ofende con una sarta de guasadas subidas de tono, me encolerizo (evidentemente), le respondo de mal talante mil y una barbaridades. Entonces, él regresa.
― Disculpe, amigo.― dice el borracho con arrepentimiento sobreactuado.
― En verdad no quería ofenderlo ― continúo ― Es sólo que tiene una hermosa acompañante.
Ahí esta la furia, como amarga bilis erupcionando desde el estomago, le grito que yo soy la ofendida, que a mi es a quien debe una disculpa. En ese momento yo no existo para ninguno de los dos, ambos ven en mí el reflejo de sus carencias pero no les es posible hallar al ser humano debajo de la carne, ese complejo ser que se oculta en mis huesos, en las arrugas de mi encéfalo, soy objeto de placer mas me ha sido negado el placer, el placer de ser simplemente yo y no el apéndice bonito de un hombre, la novia de fulano, la hija de mengano, la amiga de zutano, pero nunca, nunca la mujer, sólo la mujer.
***
Siguen tras de mí, mis pies cansados golpean el piso, la mochila pesada en la espalda, las plantaciones desaceleran la persecución. Pienso que mi atajo podría volverse en mi contra en cualquier momento, la angustia me toma de la mano, tropiezo…
Imagino que quizás no puedan hallarme sumergida entre arbustos mientras el dolor trepa desde mi tobillo, me intento levantar pero ya los siento sobre mí, más que encontrarme, parecieron chocar conmigo.
Me sostienen, me lastiman…Sentía ser la espectadora de una de mis pesadillas, alguna vez creí que el infierno sería pensar sobre todo, todo el tiempo, saturada, algo como lucidez extrema, ahora entiendo la raíz de la locura.
Tenía la costumbre de diseccionar todo lo que se presentara a mis sentidos, cortando en pedazos cada vez más pequeños, la realidad estirándose como si no existiera nada más que el seccionar partes de un entero para, al menos, lograr comprender burdamente una de las secciones.
Mis ojos vacíos y húmedos veían los golpes venir cual viento, manos hurgando como en barro a un cuerpo inhumano. Lleno de agujeros, mi voluntad no obtenía resultados favorables.
Sabor a violencia…
―¡Detende!
La imagen de un interruptor apagado, persistía…
Probablemente, sea por eso la constante asociación entre sexo y violencia, y lo mecánico: inserte el aparato A en orificio B para luego proceder con movimientos regulares arriba-abajo…
***
A veces extraño mi vida en el hospital: largas conversaciones con Mefistófeles, cócteles de primera, cómodos camisones de día y de noche, largos pasillos que me acercaban a oscuros rincones de mi alma.
Y pensar que durante aquel tiempo odié ese lugar, creí que jamás saldría con vida, la idea de mi propia mortalidad hervía en mi linfa, mis manos eran las manos de la parca cortando los hilos rojizos de mi vida. A veces creo que sigo dentro, siempre dentro.
Pero lo que en realidad me causa nostalgia es el flujo continuo de mi existencia rutinaria, la certeza era envidiable. Allí dentro tenía la seguridad de ser alimentada, vestida, medicada y bañada en ciclos regulares por personas que trabajaban por mi supervivencia, todas aquellas cosas que una da por sentado, como continuar respirando, cosas que yo llegué a considerar innecesarias. Tenía la certeza de que al quemar bulbo por cualquier motivo las drogas vendrían casi inmediatamente a mi auxilio; que los demás pacientes no deseaban recuperarse, sino sólo más drogas (¡hurra por la psicología conductista!). Fue allí donde me enamore de las pastillas.
Doctores. La posta era mantener mi cuerpo en movimiento, funcional; poco importa descubrir que la muerte de mi espíritu era causante del paulatino deterioro de mis funciones orgánicas, tampoco era importante descubrir la causa de esto.
Un día, en mi constante búsqueda por matar al tiempo se me ocurrió empezar a escribir, pero, claro, como era suicida, mi acceso a ciertos objetos era restringido (los lápices eran demasiado peligrosos), mi papel y tinta eran mi voluntad de recordar. Me divertía recitar a mi psiquiatra poemas de un libro etéreo que redacte durante mi reclusión, ella no gustaba mucho de eso, pero elogiaba mi capacidad nemónica, lastimosamente a fuerza de antidepresivos fui perdiendo esa facultad extraordinaria.
En casa nadie sabe de mi estadía en el psiquiátrico. Mi madre supo cubrir el rastro de mi escandaloso estado mental con una mentira blanca sobre una temporada en casa de unos parientes lejanos que necesitaban mi ayuda con un tío enfermo en capital o algo así…
La mentira blanca de mi madre me sonaba hiriente, desafección, frío, quedar bien con todos menos conmigo. Nuestra relación se enfrío bastante a mi regreso, llegue a pensar que su afán de mantenerme presentable y con vida era su manera de lidiar con su maternidad fallida. La hija no le salió como había planeado, estaba loca.
***
Los moretones siempre tardan en desaparecer por completo, las llagas subyacentes, invisibles…aunque se tornen inaccesibles a mi conciencia permanecen como un miembro fantasma, como la amputación de mi inocencia.
***
Una lengua se contorsionaba en mi boca, como una bestia nadando a contra corriente en un río turbulento, una mano escurriéndose bajo mi ropa, creo que era un vestido ligero y largo cual camisón.
Dedos como culebras reptaban hacia mi interior cavernoso, buscando con ansias perderse dentro, el blanco aséptico del cuarto de baño me cegaba, las formas parecían venir desde lejos, dos cuerpos convulsionando uno sobre otro, el mío contorsionado atávicamente al tacto del cuerpo extraño.
Risas y música sonaban como en otro contexto, logre reconocer mi culo frío sobre las baldosas, el vestido yacía como flor marchita a un lado, sentí la goma de mi ropa interior molestándome cerca de las rodillas.
La bestia ya estaba sobre mí, sentada, mascando mis pechos como parte de su cena, algo me golpeaba el vientre por dentro, algo que penetraba en mí como en su casa. Por algún motivo había rendido mi voluntad y perdí el don de la palabra, lo único que se agitaba en mi garganta era mi respiración desordenada.
Estaba poseída…ni siquiera pude elaborar la pregunta en mi mente durante ese lapso pero ardía en mí la necesidad de ubicarme, en el tiempo y el espacio, aquel cuarto de baño, en mi opinión, había sido arrancado a la tierra y lanzado al espacio, lejos de todo, incluso de mi misma.
***
Gaspar era un chico alto, utilizaba uniforme blanco el cual resaltaba su aire tibio, sus ojos pardo-verdosos, suave pelo castaño, el tipo de persona que se llevaba bien con todos, esa capacidad me resultaba peligrosa y despreciable.
¿Cómo saber cual es el verdadero si utilizaba un matiz distinto para cada ser?
Solía venir de noche, un par de veces a la semana, hablábamos por horas como viejos amigos, me sentía su confidente y deseaba revelarle mis secretos pero me contuve.
Decía que las pastillas no eran eficaces para los dolores del alma, por sus efectos secundarios y me recomendó dejar de tomar mis dosis, creía que la marihuana era mejor y le parecía injusta la imagen que tenía en varias partes del mundo, me hablo de Ámsterdam…
***
Corría, imagen recurrente en mis pesadillas, usualmente huía de temores intangibles, cosas de las que una no escapa, cosas de muy dentro. Ahora era distinto, existía una amenaza tangible.
Las calles de mi pueblo eran semejantes a santuarios del silencio al mediodía. El canto de cigarras, una brisa árida y suave, mi corazón bombeando con fuerza. Conocía un atajo a casa, entre plantaciones infinitas de soja, decidí usarlo para distraer a mis persecutores.
Chicos de colegio, tres, los más considerados por la comunidad, chicos con un “futuro brillante”, yo sólo pensaba: ¡Que ironía!
Sentí una furia amarga, un temor visceral, la impotencia. Esos chicos se pasaban molestándome en el colegio y nada que dijera en su contra sería un argumento serio viniendo de mí, las autoridades del colegio entendían todo al revés.
***
Camino por oscuras madrugadas, un hombre a mi lado me tiene del brazo, estoy un tanto ebria y cansada, ya sólo quiero ir a casa, el viento fresco me eriza los poros. La noche es una aventura que a veces aturde, luces de faroles, clubes estruendosos, contrastes fuertes. De pronto, me empuja contra la pared y me besa de sus gestos trato de sacar cosas que no siempre son reales, intenciones y deseos, sentimientos ficticios, la imagen falsa de un idilio.
Sonrió y desvió la mirada, continuamos la marcha. Mis tacones retumban en la soledad de las calles, me duelen los pies pero no me preocupa demasiado, esa mañana me levante masoquista. Él se detiene en una estación de servicio por cigarrillos, yo aprovecho para usar el baño, luego prosigo despacio esperando su retorno.
En eso, me cruzo con un anciano borracho quien me ofende con una sarta de guasadas subidas de tono, me encolerizo (evidentemente), le respondo de mal talante mil y una barbaridades. Entonces, él regresa.
― Disculpe, amigo.― dice el borracho con arrepentimiento sobreactuado.
― En verdad no quería ofenderlo ― continúo ― Es sólo que tiene una hermosa acompañante.
Ahí esta la furia, como amarga bilis erupcionando desde el estomago, le grito que yo soy la ofendida, que a mi es a quien debe una disculpa. En ese momento yo no existo para ninguno de los dos, ambos ven en mí el reflejo de sus carencias pero no les es posible hallar al ser humano debajo de la carne, ese complejo ser que se oculta en mis huesos, en las arrugas de mi encéfalo, soy objeto de placer mas me ha sido negado el placer, el placer de ser simplemente yo y no el apéndice bonito de un hombre, la novia de fulano, la hija de mengano, la amiga de zutano, pero nunca, nunca la mujer, sólo la mujer.
***
Siguen tras de mí, mis pies cansados golpean el piso, la mochila pesada en la espalda, las plantaciones desaceleran la persecución. Pienso que mi atajo podría volverse en mi contra en cualquier momento, la angustia me toma de la mano, tropiezo…
Imagino que quizás no puedan hallarme sumergida entre arbustos mientras el dolor trepa desde mi tobillo, me intento levantar pero ya los siento sobre mí, más que encontrarme, parecieron chocar conmigo.
Me sostienen, me lastiman…Sentía ser la espectadora de una de mis pesadillas, alguna vez creí que el infierno sería pensar sobre todo, todo el tiempo, saturada, algo como lucidez extrema, ahora entiendo la raíz de la locura.
Tenía la costumbre de diseccionar todo lo que se presentara a mis sentidos, cortando en pedazos cada vez más pequeños, la realidad estirándose como si no existiera nada más que el seccionar partes de un entero para, al menos, lograr comprender burdamente una de las secciones.
Mis ojos vacíos y húmedos veían los golpes venir cual viento, manos hurgando como en barro a un cuerpo inhumano. Lleno de agujeros, mi voluntad no obtenía resultados favorables.
Sabor a violencia…
―¡Detende!
La imagen de un interruptor apagado, persistía…
Probablemente, sea por eso la constante asociación entre sexo y violencia, y lo mecánico: inserte el aparato A en orificio B para luego proceder con movimientos regulares arriba-abajo…
viernes, 10 de octubre de 2008
jueves, 18 de septiembre de 2008
Aquellas aguas...
Aquellas aguas que corren despreocupadas entre rocas
Aquellas aguas se llevan mi cuerpo
Como se lleva las pequeñas hojas
Aquellas aguas se llevan mi cuerpo
Como se lleva las pequeñas hojas
las ramas
animalitos muertos y
bichitos
Aquellas aguas funden mi cuerpo, lo bañan, esparcen
Aquellas aguas, cada gota...
es la sangre de mis venas
el vestido de mis quinces
el suspiro de las vírgenes
es mi piel cuando me sobrecoge la alegría.
martes, 16 de septiembre de 2008
Para Will.
Te quise tan dentro mío
Te quise hasta el borde de la inanición
Como holocausto cadavérico
Abrace tu nombre con mis labios
Eras un puñal a mi costado
Así entraste a mi vida
Desgarrando la carne que besaba tu filo
Te quiero, te quiero...
Te quiero tan lejos como sea posible
Pero sigues orbitándome
Confinado a un Espacio
Donde la gravedad es densa
Donde desayuno cansancio
As-03-01-07
Sera por que escucho voces a las cuatro de la mañana que inventan telarañas de pavor para luego cubrirme con ellas?
Se van destensando los cables que sostenían los ejes del campo gravitacional,
los ojos se abren hacia universos distintos dónde vivo atrapada del otro lado del espejo
despierto con la certeza lacerante de mi reclusión en una isla de aire
desierta y bulliciosa
con espejismos intocables que se deshacen en migajas
en pequeñas partículas de polvo para inhalar...
He tratado de sobrellevar con el estoicismo necesario esta situación,
esta existencia que no tiene nada de ascética
que se desgarra como las entrañas pútridas de un cervatillo en manos de buitres
que se transforma en la niña muerta que espía entre la hierba con ojos punzantes
Y es entonces cuando se me revela el sentido trágico de la poesía
mientras la sangre se me escurre como tinta...
y en lugar de sangre me corren párrafos en las venas.
lunes, 15 de septiembre de 2008
lunes, 25 de agosto de 2008
viernes, 22 de agosto de 2008
Capitulo uno
El viento le zumbaba en los oídos y las frágiles hojas de los árboles se precipitaban hacia el suelo en bandadas errantes, las primeras hojas del otoño desfallecían, en primavera otras ocuparían su lugar. Sus brazos rígidos se balanceaban a sus costados para brindarle mayor velocidad, su respiración cada vez más agitada, su garganta seca y lacerante, sus piernas cruzándose con todas las ramas bajas exhibía ya bastantes rasguños que le resultaban imperceptibles, su forma era tan solo un par de manchas luminosas entre la penumbra boscosa condimentadas con un jadeo cansino.
No hay lugar a donde ir, la vertiginosa corrida es un símbolo de impotencia, para que moverse si el planeta lo hace por nosotros; sin embargo, ella corría, al menos las endorfinas servirán de placebo para las almas desahuciadas que se desplazan por el mundo con el único consuelo de saberse seres contingentes.
Cuando no pudo dar un paso más se desplomó sobre la hierba cerca del sendero, a recobrar su aliento, regando la tierra seca con sus lágrimas inoportunas, al principio sollozó en silencio pero lentamente se entregó a la desesperación con una casi complacencia, como alguien que penosamente resiste un sitio para luego claudicar sonriente mientras le cavan su tumba.
Se sabía víctima de la oportunidad y como se odiaba en las circunstancias dadas, demasiado cobarde para responder, pero tan orgullosa como para admitirlo, en constante conflicto con la acción, creyendo que el ataque es la confirmación de la fragilidad en lugar de un juego infantil.
Obsesionada con ciertas ideas que son tan reales como les permite, se entrega de manera casi orgásmica a un sufrimiento indecible, se arroja a los brazos del dolor cual ardiente enamorada, se embarra el rostro con lagrimas y tierra, saboreando la sal mientras se retuerce convulsiva.
Luego de alcanzar el clímax de su desesperación, hipando en la desconsolada búsqueda por aire, en un instante, todo acaba. Aturdida y sucia de tierra húmeda y sangre seca se levanta, continuo su camino por el sendero, llega entonces al arroyo que corre frío entre piedras, allí se despoja de sus prendas y se sumerge como poseída por un deseo irrefrenable.
Allí limpia su rostro abotagado y alivia el ardor de sus heridas, la corriente se encarga de llevarse todo lo malo, de entumecerla hasta que se atreva a caminar en la tierra seca, sosegada pero no aliviada.
Entonces se dirige a casa, ahora con la calma de un muerto.
***
Podría describir mi habitación como en mis pesadillas, sofocante y oscura, lo suficientemente grande como para conformar mi mundo; según mi madre: desordenada y sucia, según Cris y Lía: positivamente habilitada para distendernos sin muchos temores, ellos no tienen que vivir dentro.
Me entretengo en largas noches de insomnio mutilando modelos de revistas y garabateando a veces los símbolos de mi frustración, de mi deseo que lastimosamente nació extinto. Una canción disimula mi soledad, sonando suavemente entre cuatro paredes saturadas de humo, el sueño viene a veces, pesado y de improviso, imposible de combatir, o no viene.
Quizás por la fatiga y la falta crónica de sueño el tiempo se me aparecía como una masa informe y pesada, como un juego de luces, como sutil e imperceptible, la infinita representación del abúlico tedio del que me veía presa.
Había tratado de matarme dos veces durante los dieciséis años que tengo de vida, de modo que encontrarle sentido a toda la basura de mi existencia era muy importante, busqué darle propósito a todo el dolor y el aburrimiento porque estaba ya muy cansada para luchar contra aquello que no comprendía.
Sin embargo, estaba allí, con mi inmaculado uniforme blanco, completamente sola entre la muchedumbre, completamente desnuda; el colegio era sólo una comprobación fehaciente de mi alma torturada, deseaba con todas mis fuerzas que el tiempo pasara sin demora, que se terminará de una vez por todas el suplicio al que me rendía sin remedio.
Preguntándome constantemente si en realidad todo esto era necesario, desayunar la mierda de los demás, ser utilizada para recibir el impacto de la violencia proveniente de cualquier flanco pero lo que me parecía más repugnante es aquel sometimiento casi perruno al odio comunitario, con una entrega casi estoica a las bestiales fauces ajenas.
-Hola, Mina -sonrisas maliciosas.
El salón de clases guardaba fuerte semblanza con un salón de torturas moderna, engatusándonos para asistir y tirar la primera piedra, sacrificar a la madre tierra el vástago defectuoso para resarcir un error que sucede únicamente para ilustrar todo aquello que debe ser repudiado.
Una tachuela en mi asiento me da la bienvenida, dolor y vergüenza, esos seres que poco tenían de humanos para mí, me despreciaban y no se contenían al demostrarlo, sus bromas podían parecer sistemáticas burlas pueriles, pero a medida que se alejaba uno de los ojos de adultos se tornaban más salvajes.
Afortunadamente existían seres humanos que me ayudaron a encontrar el modo más simple de aliviar mi malestar, hacía poco había conocido a Cris y Lía, al principio su presencia me resultaba incómoda y rehuía su compañía; en una ocasión, durante un receso me sentí tan acorralada por ambos que tuvieron que llamar a mi madre, quien vació las pastillas de su bolso en mi cuerpo.
El cura que dirige el colegio tomó cartas en el asunto, en conocimiento de la reputación de buscapleitos de Cris y su supuesta novia Lía, se vio obligado a ponerse de mi parte por una única vez, quizá estimulado por mi débil estado mental, y suspender a ambos por tres días.
Yo me ausente por mi lado, atormentada con fiebres nerviosas por el doble de tiempo.
El doctor me había cambiado casi por completo mi medicación vitalicia de antidepresivos, ansiolíticos y anticonvulsivos. Cris y Lía llegaron de visita mientras yo convalecía por el delirio y la falta de costumbre que todavía tenía con mis nuevas mejores amigas.
Anteriormente, enajenada en mi individualismo y atontada por píldoras, no había podido notar la extraña apariencia de quienes en esa ocasión me visitaban; Lía, demasiado maquillada como para convencer a nadie de su patente inocencia, con su uniforme de colegio católico y su mirada condescendiente; Cris, quien era el menor de los tres, por su parte, exhibía una tupida cabellera negra como el corazón de la oscuridad, su sonrisa simple y una remera de alguna ignota banda de metal noruego bajo su camisa blanca.
En un pueblo tan monocromático, en el cual todos parecían salir de una misma fábrica de normalidad patológica era clara la diferencia y nuestras similitudes.
Rendida al sabor ácido, lánguido de las pastillas que circulaban por mi torrente sanguíneo, en el tibio tremor de la fiebre podía vernos rodeados de glóbulos rojos y blancos, eritrocitos, hematíes, leucocitos, eritrocitos, hematíes, leucocitos…podía escuchar casi ausente la conversación de mis nuevos amigos y responder pausadamente de vez en cuando.
El salón de clases guardaba fuerte semblanza con un salón de torturas moderna, engatusándonos para asistir y tirar la primera piedra, sacrificar a la madre tierra el vástago defectuoso para resarcir un error que sucede únicamente para ilustrar todo aquello que debe ser repudiado.
Una tachuela en mi asiento me da la bienvenida, dolor y vergüenza, esos seres que poco tenían de humanos para mí, me despreciaban y no se contenían al demostrarlo, sus bromas podían parecer sistemáticas burlas pueriles, pero a medida que se alejaba uno de los ojos de adultos se tornaban más salvajes.
Afortunadamente existían seres humanos que me ayudaron a encontrar el modo más simple de aliviar mi malestar, hacía poco había conocido a Cris y Lía, al principio su presencia me resultaba incómoda y rehuía su compañía; en una ocasión, durante un receso me sentí tan acorralada por ambos que tuvieron que llamar a mi madre, quien vació las pastillas de su bolso en mi cuerpo.
El cura que dirige el colegio tomó cartas en el asunto, en conocimiento de la reputación de buscapleitos de Cris y su supuesta novia Lía, se vio obligado a ponerse de mi parte por una única vez, quizá estimulado por mi débil estado mental, y suspender a ambos por tres días.
Yo me ausente por mi lado, atormentada con fiebres nerviosas por el doble de tiempo.
El doctor me había cambiado casi por completo mi medicación vitalicia de antidepresivos, ansiolíticos y anticonvulsivos. Cris y Lía llegaron de visita mientras yo convalecía por el delirio y la falta de costumbre que todavía tenía con mis nuevas mejores amigas.
Anteriormente, enajenada en mi individualismo y atontada por píldoras, no había podido notar la extraña apariencia de quienes en esa ocasión me visitaban; Lía, demasiado maquillada como para convencer a nadie de su patente inocencia, con su uniforme de colegio católico y su mirada condescendiente; Cris, quien era el menor de los tres, por su parte, exhibía una tupida cabellera negra como el corazón de la oscuridad, su sonrisa simple y una remera de alguna ignota banda de metal noruego bajo su camisa blanca.
En un pueblo tan monocromático, en el cual todos parecían salir de una misma fábrica de normalidad patológica era clara la diferencia y nuestras similitudes.
Rendida al sabor ácido, lánguido de las pastillas que circulaban por mi torrente sanguíneo, en el tibio tremor de la fiebre podía vernos rodeados de glóbulos rojos y blancos, eritrocitos, hematíes, leucocitos, eritrocitos, hematíes, leucocitos…podía escuchar casi ausente la conversación de mis nuevos amigos y responder pausadamente de vez en cuando.
-No era nuestra intención provocar en ti semejante estado -se disculpaban sus voces lejanas.
-Es nuestro deseo integrarte a nuestra élite de misántropos -seguía Cris ceremonioso, buscando ganarme con sus palabras rimbombantes, devolverme a los vivos, o más bien, sacarme de lo inerte.
-Nuestras reuniones oficiales son los miércoles a la medianoche -me paso una tarjeta confeccionada con perfección perturbadora con sus propias manos.
Extendí un brazo tembloroso, le di una fugaz mirada y por fuerza de gravedad mi mano la dejo caer a un costado.
La visita acabo cuando sucumbí al cansancio, en algún instante impreciso mis ojos se desorbitaron, convencida de que seguían allí la reunión se torno para mi confusa y extraña.
-Su arma es la culpa -repetían ambos como un padrenuestro mientras Lía realizaba acrobacias que me recordaron a un documental del circo chino que había visto un par de semanas atrás.
Ese interés que creí tenían en agradarme con piruetas y frases repetitivas me convenció de aceptar su amistad.
-Nuestras reuniones oficiales son los miércoles a la medianoche -me paso una tarjeta confeccionada con perfección perturbadora con sus propias manos.
Extendí un brazo tembloroso, le di una fugaz mirada y por fuerza de gravedad mi mano la dejo caer a un costado.
La visita acabo cuando sucumbí al cansancio, en algún instante impreciso mis ojos se desorbitaron, convencida de que seguían allí la reunión se torno para mi confusa y extraña.
-Su arma es la culpa -repetían ambos como un padrenuestro mientras Lía realizaba acrobacias que me recordaron a un documental del circo chino que había visto un par de semanas atrás.
Ese interés que creí tenían en agradarme con piruetas y frases repetitivas me convenció de aceptar su amistad.
***
Miércoles, me encontraba deleitándome con un cigarrillo, viendo el humo semejante a la pálida cabellera etérea de la dama de los vientos agitarse en remolinos ostentosos mientras esperaba que llegaran las 12, la llegada de mis amigos al cementerio.
Podía escuchar al río regurgitando su flujo entre rocas y el lecho arcilloso, por alguna razón me recordaba al flujo acompasado de mi sangre.
Sentía un placer pecaminoso por haber introducido los sacrificios de sangre a las reuniones, como entusiasta de la edad media creí ciegamente en el principio activo en la sangría, deshacerme de la impureza por medio de la sangre.
Cris no estaba de acuerdo con mis prácticas milenarias y masoquistas, me fascinaba la mueca de asco que ponía cuando descubría una nueva cortadura en mi piel; Lía, sin embargo, tenía más afinidad conmigo en ese sentido, juntas nos confiábamos al filo voraz de una vieja navaja que había pertenecido a mi padre, así nos convertimos en hermanas de sangre.
jueves, 14 de agosto de 2008
viernes, 14 de marzo de 2008
He's always tumbling and scribling on blinded notebooks
Quotes death poets to speak his rotten mind through the sealed decaying lips
Calmed in deafning silence in forests where every tree is about to fall
His thoughts roam around dark corners carefully avoiding the safe path and inspecting only
dangers ahead with a total disregard for logic
It amazes me how easily can be lost in paranoia
Fear shining like sperm on his pores
He fights for simplicity when is the hardest way to follow
Stuck in a cage where he tries to evoke freedom with words
Waking corpses in ancient graveyards to destroy the foundations of solitude
In a word: he exists
As-02-11-07
Dic 2007
Es el diablo, el que se sienta en su trono dorado
Exhala sobervia el alma que ha succionado
Volutas de humo se escapan de su cuerpo
Su trono, un diván bordeaux donde cientos de manos la masturban
Ella no halla satisfacción
Harta de sed y de hambre
Seduce
Sabe que jamás podrá...
Solloza
El infierno tiene sus puertas abiertas y no discrimina
"Aquí todos somos esclavos de nuestras propias cadenas"
Exhala sobervia el alma que ha succionado
Volutas de humo se escapan de su cuerpo
Su trono, un diván bordeaux donde cientos de manos la masturban
Ella no halla satisfacción
Harta de sed y de hambre
Seduce
Sabe que jamás podrá...
Solloza
El infierno tiene sus puertas abiertas y no discrimina
"Aquí todos somos esclavos de nuestras propias cadenas"
As-13-02-08
Me encuentro sentada ante las abrumadoras imágenes de mi derrota
En toda ilusión reluce limpida la imagen de mi odio
Me encantaría salir de esta prisión pero me invade el miedo
Desde que abro los ojos hacia el mediodía hasta que los cierro temprano en la mañana
Soy un planeta oscuro que sueña con brillar en un recóndito páramo universal
Me da miedo y me pierdo en el todo
Me agarra el miedo y me hundo en la nada
¿Y qué si salgo más allá de la ventana?
¿Podré sobrevivir el hambre que me desgarra?
martes, 22 de enero de 2008
As-17-01-08
Hay una canción
Que sube con el vuelo de los pájaros
Que brilla entre las nubes del firmamento
Que como marcha fúnebre destila el último suspiro de la flor
Inquietante
Acaricia los pálidos labios de la incertidumbre
Le arranca el lustre a crispadas alitas de mariposas
Reposa entre la cándidez de mis senos en flor
Y el blanco
Donde las palabras sobran
Da igual pensar en italiano porque de todas formas sera incomprensible
Entonces las sombras parecen más hirientes alrededor de tanta luz
Y nos invaden mariposas amarillas
Pequeños soles de algodón.
Caronte
En las puertas del Infierno
Las largas lenguas pavimentan mi sendero
Hazme el favor y jamás te dirigiré la palabra
Pisotea mi orgullo mientras yo, subrepticia, te venero
Algún día aprenderé a no beber tanto veneno
Por ahora, continuaré condimentando mis quimeras
Nada más me queda,
El pasado brilla inalterable en las vidrieras
El futuro pende de un finisímo hilo de quebrantable esperanza
Sobre el vacío inconmensurable de mis días anegados
La fría noche se cierne sobre mí
En mi cama, arde entusiasta una acalorada pesadilla
Enredada en la sofocante tormenta de mi almohada
Todos náufragos
Que llegaron a la orilla de la perdición
Las largas lenguas pavimentan mi sendero
Hazme el favor y jamás te dirigiré la palabra
Pisotea mi orgullo mientras yo, subrepticia, te venero
Algún día aprenderé a no beber tanto veneno
Por ahora, continuaré condimentando mis quimeras
Nada más me queda,
El pasado brilla inalterable en las vidrieras
El futuro pende de un finisímo hilo de quebrantable esperanza
Sobre el vacío inconmensurable de mis días anegados
La fría noche se cierne sobre mí
En mi cama, arde entusiasta una acalorada pesadilla
Enredada en la sofocante tormenta de mi almohada
Todos náufragos
Que llegaron a la orilla de la perdición
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