jueves, 4 de febrero de 2016

Día #2: Ceniza.

Las historias están pero no queda nadie que las recuerde o las quiera divulgar. Ahora la gente prefiere olvidar, a riesgo de permanecer empantanados en el eterno devenir pasado.

Los narradores prefieren deleitarnos con fabulaciones tan distanciadas de los hechos que llamarlas "Historia" es un acto de fe. Digo esto a modo de advertencia, no deberían creer en mis palabras ni en mis figuraciones.

Aquel pueblo se transformó en cenizas, no por la perversión de sus habitantes, si no, más bien por haber permitido la existencia de una persona excepcional con poderes sobrehumanos. Una aberración por donde se vea.

Una persona sin alma y con apetitos caóticos, con deseos destructivos, una persona de impulsos inestables. Desde pequeña fue signada por lo trágico, no recibió el amor de los mortales y, aunque alguien hubiese intentado quererla, no podría escapar a su sino: destruir incluso aquello que ama.

Era el tipo de persona que pasa desapercibida, casi invisible en la multitud. Pero en silencio se le fueron clavando las raicillas del odio en su corazón.

Anhelaba enterrar sus recuerdos, planeó la muerte de todo aquel que pudiera recordar. No sólo la muerte, la tortura y el tormento de quienes alimentaron el monstruo que dormía en su pecho.  Fue besada por el diablo y un buen día devolvió el favor.

Un buen día se cansó, un buen día explotó y nosotros estábamos adentro. Fuimos el fuego que prendió la mecha de nuestra aniquilación.

Así nos volvimos memorias que se disipan como niebla cuando sale el sol, nos volvimos ceniza que lleva el viento y no queda quien nos recuerde. Incluso nosotros nos hemos olvidado.