viernes, 5 de enero de 2018

Día 7: Hermana.

Su mundo era más bien silencioso, el ruido de afuera le aturdía un poco. Como un ruido blanco que termina por trastornar. 
El silencio es alegría; la soledad, satisfacción.
No era precisamente una persona gregaria, lidiar con otros seres humanos era su infierno personal. L'enfer c'est les autres.
Adornaba su silencio con canciones, escuchando una y otra vez casi las mismas músicas. 
Así evita burlas y palabras soeces. Se recluía en la canción.
Pero detrás del decorado el mundo exterior seguía con su ritmo y sus colisiones. 
Ella se encerraba en el baño a sacarse unas lágrimas a ritmo de punk, se besaba la piel con cuchillas, se lamía las heridas.
No se sabía oída ni observada, pero ciertas miradas la seguían, ciertos oídos buscaban cualquier palabra que pudiera ser usada en su contra, como si su sola existencia no fuera suficiente tormento.
Un día esos oídos y ojos se transformaron en manos que sostenían su cabeza en el inodoro y, entre risas nefastas, cada tanto tiraban de la sisterna.
Así el mundo busca colarse en nuestro silencio.
"¡Payasa! ¡Payasa! ¡Payasa" reían y tiraban de la cadena. 
Otra voz, ella la escuchaba como desde el fondo de un pozo, interviene, esta vez a su favor. "¡Déjenla en paz!" 
Una niña rubia como de 15 años la saca del pozo donde se había metido. Salvándola de los ojos, oídos, manos y voces que todo lo juzgan.
"Mientras estes conmigo no te van a molestar, las manadas sólo atacan a lobitas solitarias. Lo vi en Discovery Channel". 
Desde ese día serían como hermanas. 
"No te preocupes. Será nuestro secreto" ojos verdes se posaron en sus heridas. "Mi nombre es..."

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