sábado, 22 de septiembre de 2018

Día 11: Tormenta.

Ominoso negro teñía el cielo, a ratos, relámpagos quiebran la oscuridad. Toda ella era tormenta que azota la tierra con viento y lluvia, con rayos y centellas.
Deshaciéndose en el suelo, en el agua, entre las piedras, bañada en sangre de animales, en pis, en mierda. Arrastrando las cuerdas que la sostuvieron al viejo Tajy y su plétora de oro.
Era ella y no la lluvia quien se precipitaba como gato de nueve colas sobre el lomo del mundo y sobre sí misma.
Éste era el castigo por no acatar el tácito acuerdo social que mantenía la paz en el pueblo. El castigo normalizador de su anormalidad.
No les bastó repetir entre burlas y palabras soeces que iría al infierno por ser hija de madre soltera, debían evocar el infierno en la tierra.
La tomaron por sorpresa en un camino desolado, opuso resistencia pero ellos eran más. La historia de siempre: el grupo imponiéndose al individuo.
Se la llevaron a rastras hasta el borde del arroyo, se tomaron turnos para golpearla. Habían preparado un balde con desperdicios del matadero, esperando a los matones, tan calculado, el plan qie daría rienda suelta a esas fantasías morbosas que ella inspiraba en sus cabecitas hambrientas de poder.
Sabían que ella no consumía carne y eso la molestaría bastante. Cuando se cansaron de sus gritos le taparon la boca con vísceras, a modo de mordaza sangrienta. No pudo contener el asco y vomitó un par de veces, eso excitaba a la manada, le obligaron a tragar la carne muerta. 
Cuando se hartaron de los juegos la amarraron al árbol como deseando que el olor a sangre seduzca a alguna bestia del monte. 
Las horas pasaron, la manada se alejó satisfecha, ella nunca dejó de forcejear con las cuerdas. Un grito bestial emanó de sus entrañas y una bandada de pájaros se echó a volar. Caminó por el arroyo para que nadie pudiera verla derrotada. La  tormenta fue casi una caricia para su espíritu atribulado.


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