jueves, 5 de enero de 2012

Universalia post rem (fragmento).



Parecía un botón de rosa bañando en rocío, un par de senos impúberes se alzaban con tenacidad sobre su tórax, su cuerpecillo lampiño relucía como mármol sobre el satén, iluminado por la lechosa luminiscencia de la luna. A su lado, la figura de algún hombre de respiración pesada pero silente o quizás incluso roncando.

Sin recordar el momento preciso en que éste presente estado de cosas viro en el mejor de los mundos posibles cuando más bien parecía lo contrario. Lo bueno y lo malo, conceptos arbitrariamente utilizados por civiles, pierden consistencia después de un tiempo hasta converger en una única entidad.

Ella misma como convergencia de opuestos, nunca blanco ni negro, sino todo en medio. Como un apretón de manos entre personas que no se llevan bien pero se ven forzadas a convivir. Se tenía a sí misma un odio cortés pero, a la vez, se creía en parte sobrehumana por estar apta para  soportar el stress de vivir por dos.

Algunas veces, Saló se retira antes de terminar para sobar con crueldad los sentimientos de culpa de Justine.  Salomé se acuesta en la cama pero a Justine le toca despertar al lado de algún desconocido. Queda claro que una de las dos debía abandonar la disputa y entregar el dominio o promover la cooperación en el mejor de los casos.

La cuestión radica en que Salomé disfruta al torturar a quien considera débil (Justine) pero desea dominio total sobre el cuerpo, por su lado, Justine presa de un inexplicable apego no quiere abandonar aquel cuerpo con que vino al mundo, con derechos naturales para su usufructo. Teme lo desconocido, cuando se entregue, se abandone al dominio ajeno y ya no sea ella sino otra, la desconocida antagonista: esa que no le permite descansar, esa que silenciosa se aproxima en puntas de pie, por detrás, para degollarla. 

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